viernes, 28 de marzo de 2008

El Río Grande de la Magdalena


Maratón Náutica YUMA 2005

Este relato tiene inicio el 1 de Noviembre del 2005 en Puerto Triunfo, día en que salí a saludar a Colombia pero fue Colombia quien me saludó a mí.

A las 7:30 a.m. partimos de Medellín rumbo a Puerto Triunfo una caravana conformada por 3 carros, cada uno con remolque y sobre estos relucientes y hermosas lanchas, 12 personas sin incluirme, a las cuales nunca antes había conocido o visto en mi vida, a pesar de esto me sentía segura y dentro de mi sabía que ese era el lugar donde debía estar… Hoy, un par de años después puedo decir a ciencia cierta que no me equivoqué.

En el recorrido hasta Puerto Triunfo tuve la oportunidad de integrarme un poco más al grupo. De los 13 participantes sólo tres conocían muy bien la aventura que nos esperaba; para el resto de nosotros YUMA, el Río Grande de la Magdalena, era una línea azul importante en el mapa de Colombia o amarilla desde el cielo, pero por la razón que fuera todos teníamos ansias de explorarla.

Una ambientalista, un comerciante, un abogado, un odontólogo, varios ingenieros y una administradora, con edades entre los 24 y los 50 años, solteros, casados y separados, con la única característica común de ser todos oriundos de Medellín. En un grupo tan heterogéneo la motivación por la cual estábamos allí era totalmente distinta entre una persona y otra, pero después de 5 días navegando por el corazón del río Magdalena, la enseñanza fue única para todos. Partimos pensando en rumba, bebetas, baile, paisajes y botes, y regresamos entre el guayabo y el cansancio con la radiografía de un país, nuestro país, grabada en el alma. El guayabo se alivia y el cansancio desaparece pero las miradas, sonrisas y calidez de aquellos habitantes ribereños que a nuestro paso batían banderas con el tricolor nacional, dejan una huella difícil de borrar de todo aquello que somos y que trasciende como el espíritu, el corazón y el recuerdo.


Noviembre 2, día primero de navegación

La primera impresión al zarpar de Puerto Triunfo a Puerto Berrío fue el descubrir lo indómito e impredecible que es el cauce del río. Remolinos, bajos y corriente arrolladora, entradas inesperadas que para quien no conociera el camino lo llevarían a parajes donde seguramente encontraría el hogar del hombre caimán, del mohan o la madre monte. Una vez superada esta impresión y cuando logras separar tu mirada de las aguas de mitos y leyendas, te topas con una ribera de contrastes: verdes planicies y montañas, pequeñas y humildes casas de bareque montadas sobre estacas, remolcadores arrastrando bongos repletos de mercaderías, oleoductos y martillos perforando pozos petroleros, sembrados de maíz y plátano, niños barrigones a medias ropas y la opulencia de cascos aerodinámicos en fibra de vidrio con motores fuera de borda como aquel en el que iban montados mis ojos.

En este primer recorrido exploramos muy cerca de Puerto Nare una tranquila laguna que entre grandes rocas y vegetación tupida abrigaba una hermosa cascada. Elementos tan sencillos, es decir, rocas, matas y agua todos los días los vemos, pero cuando se conjugan de una manera tan majestuosa s
ólo se pude pensar en la mano celestial de un artista que te permite deleitar en esta composición a tus cinco sentidos… la mirada, el placer de ver el agua caer entre la roca y el colorido follaje de la vegetación; el oído, el agua gritando libertad en su caída; el olfato, el olor húmedo a musgo; el gusto, el dulce y refrescante sabor del agua de manantial y el tacto, fría fría, caliente caliente…
Después de aproximadamente 5 horas de navegación llegamos a Puerto Berrío, concluyendo allí nuestro primer día con el río.


Noviembre 3, día segundo de navegación

Trayecto Puerto Berrío – Barrancabermeja. Tiempo estimado de recorrido 5 horas, tiempo real utilizado 8 horas. Desafortunadamente el motor de una de las lanchas de nuestro equipo fundió pistones y tuvimos que remolcarla la mayor parte del trayecto y repartir la tripulación en los otros dos botes; lo bueno es que estuvimos más unidos y gracias a Dios no hubo accidentes humanos.

En este recorrido entramos a la ciénaga Barbacoas, un lugar de estrechos canales de acceso, bordeados de buchones de agua, garzas, micos y el tesoro más valioso según habitantes del área: los enormes manatíes que allí habitan. Ese día no vimos a ninguna de estas fascinantes criaturas, pero a decir verdad me alegra que hayan estado bien resguardados de nuestras cortantes propelas, después de todo, lo importante era saber que en ese terruño acuático de nuestra patria viven especies tan especiales y exóticas como los manatíes.

No se a ustedes pero a mi me pasaba que siempre que escuchaba hablar de Barrancabermeja me imaginaba una tierra de fuego, de gentes esquivas y una gran empresa de petróleos. Confieso que esto no me llamaba mucho la atención pero ahora después de conocerla y aunque mis apreciaciones no eran tan equívocas a excepción de una, puedo decir que esta tierra de fuego, con aire pesado y olor penetrante, de gente amable y servicial y efectivamente con una enorme e imponente empresa de petróleos, me descrestó.
Llegamos con los últimos colores del atardecer, el cielo empezaba a vestir su traje de noche, un kilómetro adelante río abajo repuntaban las blancas luces de la refinería, en la medida que nos acercábamos enormes edificaciones se elevaban en la ribera del río, moles de cemento y metal, enredaderas de tubos, chimeneas y edificios enmarcan toda la orilla, el aire se torna pesado y difícil de respirar, al poco tiempo te acostumbras, pero no logras aun cerrar la boca por la admiración que las instalaciones de la empresa de petróleos causa en ti.


Noviembre 4, día tercero de navegación

Barrancabermeja se despedía, nos esperaba uno de los trayectos más extensos de todo el recorrido, nuestro próximo destino era el Banco…

“Me contaron los abuelos que hace tiempo, navegaba en el Cesar una piragua, que partía del Banco viejo puerto a las playas de amor en Chimichagua. Zapoteando el vendaval se estremecía e impasible desafiaba la tormenta, y un ejército de estrellas la seguía tachonándola de luz y de leyenda. Era la piragua de Guillermo Cubillos, era la piragua, era la piragua. (Bis) Doce bogas con la piel color majagua y con ellos el temible Pedro Albundia, en las noches a los remos le arrancaban un melódico rugir de hermosa cumbia. Doce sombras, ahora viejos ya no reman, ya no cruje el maderamen en el agua, solo quedan los recuerdos en la arena donde yace dormitando la piragua”

Desde niña esta canción siempre me llenó de nostalgia. Crecí junto al mar con la imagen de diestros pescadores en sus canoas ataviadas de atarrayas. Recuerdo que me gustaba pensar que alguna de estas era la de Guillermo Cubillos, me gustaba pensar también en el Banco como un pintoresco puerto sobre el Magdalena para enamorarse.
Todo el recorrido esta sensación de romance me acompañó y tarareé una y otra vez la melódica cumbia en mi mente para aderezar lo que veía. Como era un largo recorrido teníamos una parada
obligatoria en La Gloria, mejor nombre no ha podido tener esta preciosa población. Como bien al comienzo de mi relato les digo que un día salí a saludar a Colombia pero fue Colombia quien me saludó a mí, durante todo el recorrido en los más recónditos lugares de la ribera, en aquellos lugares que parecen estar rodeados de la nada, siempre encontramos colombianos agitando enérgica y alegremente sus manos y banderas y regalándonos aquello que es lo único que no cuesta, que no se compra, que no se vende, lo único que pueden tener en abundancia sin que exista una brecha entre pobreza y opulencia, encontramos colombianos regalándonos enormes y amplias sonrisas.

Hasta ese momento ya mi corazón estaba hincho de felicidad, pero nunca imaginé que aún pudiera recibir más, de gentes que honestamente no sabía que existían. Al llegar a La Gloria un pueblo entero se había volcado a la orilla para recibirnos con papayeras, alcalde y comparsas, voladores y aplausos, era día cívico en La Gloria para recibir a los navegantes. En total éramos un poco más de 20 embarcaciones, unas 150 personas, simples granos de arena de una playa cualquiera entre el Laguito y Marbella en Cartagena, recibidos como las más preciosas perlas del Caribe. A nuestro andar manos se estiraban para que las tomáramos y saludáramos, niños nos pedían fotos y autógrafos, en uno de estos anoté: Gracias por regalarnos un día de Gloria…

Cuando dejamos este holgorio nos esperaba uno no menos especial en Tamalameque, donde el recibimiento no fue distinto. Aquí intercambiamos camisetas que tenían una emblemática imagen de tambores y bongos con la leyenda de Alcaldía de Tamalameque, las nuestras decían aceite 50, sin lugar a dudas nosotros salimos ganando. Sí, ese día ganamos preciosas semillas de afecto para sembrar en aquel jardín en el que se cultivan los cariños que llevamos en el alma. Finalmente llegamos al Banco.


Noviembre 5, día cuarto de navegación

Después de una noche de tormenta, dejamos en el Banco nuestros sueños de amor, en ese momento nuestros corazones estaban preparados para el próximo destino. Este sería un lugar mágico, detenido en el tiempo, lleno de historia, una joya colonial que desde el principio era de los puertos más esperados y ansiados del recorrido, Mompox.

Como ya era costumbre nos detuvimos en una población antes de nuestro destino final, esta vez la elegida fue San Sebastián. Me considero una persona de escasos y casi inexistentes tragos, es decir, nunca bebo, pero en esta ocasión no podía dejar pasar por mi lado sin más ni más un fuerte, caliente y dulce trago de Ñeque; el resultado: una cadera descontrolada que se movía (espero por dignidad) al ritmo de la tambora y la papayera en la tarima donde se presentaban los grupos y bailes folclóricos para cortejarnos. Por fortuna no fui la única bajo el efecto de tan poderoso licor, así que creo mi dignidad de bailarina ocasional a
ún está a salvo.

Y con los delirios del Ñeque llegamos a Mompox, donde la leyenda dice:

“Mompox,
donde se acuesta uno y amanecen dos,
y si sopla un viento amanece un ciento,
y si vuelve a soplar no se pueden contar”

Aja! no, no es lo que piensan, aunque entre esas estrechas callecillas de aspecto colonial fácilmente cualquier amor furtivo podría pasar, pero no, esta vez no es de amor que habla la leyenda, sino de los barcos a vela que llegaban en la época de la colonia trayendo las mercancías y moviendo el comercio interior por el Magdalena.

Esa noche Santa Bárbara limpió el cielo de nubes y alejó los rayos para que pudiéramos disfrutar de una impecable noche estrellada donde el cielo sonreía con un blanco cachito de luna.


Noviembre 6, día quinto de navegación

Último trayecto Mompox – Barranquilla. Sería mentira decir que a estas alturas del paseo el sol, los botes, el trasnocho y sí, el licor, aún no muestran sus efectos en nuestro cuerpo, pero el cansancio acumulado fue directamente proporcional a la grandeza de las vivencias encontradas.

Este fue un trayecto de meditación, de reconocimiento a los amigos hallados, agradecimiento a Dios y a quienes junto a mi conocieron un país de contrastes, en el que sin lugar a dudas ocupamos un lugar privilegiado, pues junto a la humildad y escasez de aquellos pobladores que nos vieron pasar regalándonos calidez y alegría, nuestras dificultades casi parecen ridículas.

Nuevamente gracias a mis compañeros de aventura, gracias a Dios por llevarnos con bien,
gracias al río Magdalena por ser nuestro medio y gracias a Colombia por permitirme conocerla.


Un día salí a saludar a Colombia

pero fue Colombia quien

me saludó a mí


Para ver el recorrido virtual puedes visitar el siguiente link


Y si quedaste con sabor a poco, aquí te sugiero estos Puerto-Links para que sigas navegando...

  • Rutas Turísticas Virtuales Andinas
http://www.comunidadandina.org/turismo/maximo/rio_magdalena.htm

  • Museo Nacional
http://www.museonacional.gov.co/magdario.html

  • Proyecto Yuma
http://www2.irc.nl/source/lges/item.php/1607

  • Wikipedia
http://es.wikipedia.org/wiki/R%C3%ADo_Magdalena#Descripci.C3.B3n




Memoria Fotográfica

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Maratón Náutica YUMA 2005